“Pero donde está el peligro crece también lo salvador”, dice uno de sus versos, que en las últimas semanas ha aparecido citado con cierta frecuencia en las redes sociales como algo que puede ofrecer esperanza en medio de la crisis.
Por Rodrigo Zuleta
Berlín, 17 de abril (EFE).- El 250 aniversario del nacimiento del poeta alemán Friedrich Hölderlin ha caído justo en tiempos del coronavirus con lo que su vida y su obra son interpretados en estos días a la luz de la pandemia y sus consecuencias.
“Pero donde está el peligro crece también lo salvador”, dice uno de sus versos que en las últimas semanas ha aparecido citado con cierta frecuencia en las redes sociales como algo que puede ofrecer esperanza en medio de la crisis.
La lectura de Hölderlin a la luz de un presente que el no pudo vivir no es algo nuevo. De hecho, la historia de la acogida de su obra -que sido examinada recientemente por Karl-Heinz Ott en su libro Los espíritus de Hölderlin– ha estado marcada por ello.
UN POETA ENCERRADO EN UNA TORRE
El libro de Ott, una de las diversas publicaciones que han aparecido muestra diversas imágenes de Hölderlin, desde la del poeta que pasó la mitad de la vida encerrado en una torre -enloquecido- hasta la del profeta cuyos versos eran leídos como oráculos por los fieles de variados credos laicos.
El encierro en la torre -en Tubinga- también ha sido relacionado en diversos programas de televisión con los tiempos del confinamiento.
Antes de que se enloqueciera Hölderlin había publicado una novela, “Hyperion”, y algunos poemas. En la segunda mitad del siglo XIX fue olvidado casi por completo.
HÖLDERLIN Y MORIR POR LA PATRIA
El redescubrimiento de Hölderlin se produjo en el primer cuarto del siglo XX cuando Norbert von Hellingrath encontró algunos textos suyos, cuando trabajaba en una tesis doctoral sobre las traducciones de las odas de Píndaro del griego al alemán.
Hellingrath dictó algunas conferencias sobre Hölderlin en Múnich y pensó en una edición de sus obras que no pudo hacer porque murió, en la batalla de Verdún en la I Guerra Mundial en 1916.
La muerte de Hellingrath ayudó a darle a la obra de Hölderlin un matiz nacionalista en el marco de los debates intelectuales que acompañaron la I Guerra Mundial.
Hölderlin, en esa interpretación, era el representante de un pensamiento cercano al mundo mítico griego, previo al racionalismo de la civilización occidental y más allá del utilitarismo anglosajón. Y los alemanes eran los herederos de ese mundo heróico griego.
Esa línea interpretativa pasa por interpretaciones como las que hace en los años 30 el filósofo Martin Heidegger y llega a concepciones más burdas como la de Kurt Hancke, en su libro “Rebelión alemana contra occidente” (1940) en el que convierte a Hölderlin en heraldo del nazismo.
Desde la interpretación de Hancke, y pasando por la de otros intelectuales nazis como Alfred Baeumler, Hölderlin termina llegando a los campos de batalla de la II Guerra Mundial, en ediciones de campaña.
“Morir por nada no quiero/pero amor caer por la patria en la colina de los sacrificios”, decía uno de los poemas de Hölderlin más citados por la propaganda nazi.
UN HÖLDERLIN DE IZQUIERDAS
Cerca de dos décadas después de terminada la II Guerra Mundial Hölderlin fue convertido en un poeta de izquierdas. Peter Weiss, uno de los escritores emblemáticos de la izquierda alemana, le dedicó una obra de teatro en la que el propio Marx termina visitándole en la torre y declarándole su precursor.
El germanista francés Felix Bertaux, por su parte, publicó un estudio en el aseguraba que Hölderlin no había enloquecido sino que había simulado la locura, para escapar a la persecución policial por haber participado en una conspiración republicana encabezada por su amigo Isaac Sinclair.
En la legendaria película El otoño alemán, en torno a la ola terrorista protagonizada en 1977 por la banda Baader-Meinhoff, Vokker Schlöndorf hace el papel de un director que tiene que hacer una versión para televisión de la traducción de Hölderlin de la Antígona de Sofocles y hay temores de que esta se instrumentalice políticamente como un llamado a la rebelión.
El Hölderlin que se citaba en los años 70 ya no llamaba a morir por la patria -sus interpretes aclaraban que se usaba la palabra patria en el sentido de la revolución francesa y no en el del nacionalismo alemán- sino a pasar de la reflexión a la acción y esta se entendía como la acción revolucionaria
“¿O viene, como el rayo de las nubes,/ la acción de la ideas?/ ¿Vivirán pronto los libros?”, se pregunta uno de los poemas de Hölderlin.
UN HÖLDERLIN POSTMODERNO
El Hölderlin de izquierdas fue relevado en los ochenta por un Hölderlin postmoderno al que se convertía -junto con Gerard de Nerval, Nietzsche, Van Gogh y Artaud- en, dice Ott, “heraldo de un pensamiento perturbador que pone a temblar nuestra visión del ser humano y nuestra idolatría de la razón”.
Todas esos debates quedan ahora un poco lejos. Pero la torre de Hölderlin, en Tubinga, sigue ahí.
Para el segundo centenario se había preparado una exposición en la torre que está cerrada a causa de la pandemia. Otros actos también han tenido que ser cancelados.
Sólo quedan las publicaciones como el libro de Ott, una biografía de Rüdiger Safranski o una antología preparada por Navid Kermani. Y versos que dan esperanza como la de que de la amenaza surge también lo salvador.